ÍNDICE DE PÁGINAS.

13.2.09

Laura, por los caminos polvorientos de Santander... Crónicas de viaje.



Por los caminos polvorientos de mi Santander.

MIL MANERAS DE VIVIR ESTA PASIÓN…

Esta hermosa vocación que se adhiere cada día más dentro de mí, que se aferra en mis entrañas, que me envuelve y aprisiona como Ipomea a su pared, que con gozo esparzo entre otras vidas a otros seres humanos que reciben este aroma que llevo en mí. Mil maneras de entregarme cada día entre letras y versos; palabras en cuentos; entre libros, videos, rondas, canciones y danzas. Y es que cada día recibo más y más bendiciones por el sendero eterno. Esa, la ruta de los libros, en la Biblioteca Pública adquiriendo nuevos conocimientos pero por sobre todo... compartiendo lo poco o mucho que sé con mis semejantes y en especial, con los niños.

Acá estoy de nuevo, no crean que me había ausentado por olvido o por cansancio. No, solo me estaba preparando más, es que a mi paso se abren mil maneras de vivir para esta pasión que me cobija, que me acuna con su encanto, en los brazos de la literatura, de las artes.

Entrego a mis lectores las aventuras literarias de mi caminar siendo formadora del programa MIL MANERAS DE LEER, proyecto apoyado por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia, El Cerlalc, la Unesco, entre otras entidades.



El 23 de Octubre del año 2006, treinta personas provenientes de diferentes departamentos de Colombia nos reunimos en el Salón Golfistas del Hotel Tequendama en Bogotá, entre ellos cinco representaban a Santander: las Bibliotecarias Mireya Rincón y Ludy Rojas de Floridablanca; los creadores del periódico y revista LA ESKINA, escritores, poetas y gestores culturales; Claudio Edgar Anaya y Javier Félix y, junto a ellos, la inquieta Laura Margarita. Iniciamos ese día una semana de compartir, de recibir y de dar. Cuantas personas maravillosas conocimos, cuantas historias sorprendentes escuchamos. Pasábamos en un momento de la risa a la tristeza, aunque esta no duraba mucho tiempo, era más la alegría de disfrutar al máximo este hermoso encuentro. No dimos grandes paseos por las calles Bogotanas, apenas nos quedaba tiempo para darnos el gusto de conocer y disfrutar de los elegantes salones engalanados de flores que nos recibía cada medio día para departir un exquisito almuerzo.

Pudimos observar con asombro y admiración la bella Bogotá de medio día que se mostró despejada, soleada, orgullosa y atiborrada de tráfico, mientras yo, desde el Salón Presidencial ubicado en el piso diecisiete, le robaba miradas coquetas a la altiva torre de Colpatria que me invitaba a dejar de lado el delicioso postre, para dedicarle mis ojos solo a ella, pero la glotonería pudo más que la seducción.

Por la noche, como una gran familia, compartíamos los exquisitos platos italianos en el restaurante Piazza Roma. Mas tarde, cuando la noche se hacia nuestra cómplice por los pasillos del hotel, se sentía el correr, el llamar, el invitar, se escuchaban poemas, hasta altas horas de la noche escuchábamos anécdotas, continuaban las risas, a las damas nos llegaban rosas, signo de unión, de amistad, de aliento cuando nos sentíamos débiles, cuando señores como Javier Manrique y Raúl Sánchez, de Norte de Santander, adivinaban el temor que sentíamos de iniciar esta misión. Ellos fueron nuestros guías y consejeros; su experiencia en las dos fases anteriores los hacia fuertes ante nosotros. De ellos mucho aprendimos.

Nuestras mañanas y tardes eran de aprendizaje, de un alegre aprendizaje, con todos los inconvenientes que un novato puede enfrentar, con todas las miles de preguntas que se nos venían a la mente y que en algunas ocasiones temíamos hacer por temor a demostrar debilidad. Estoy segura de que en alguna oportunidad la "embarré", no dejaba de preguntar y preguntar, de opinar y opinar, de llenarme de valor, pasar al frente y hacer mis pequeñas exposiciones.

Corina Chand, gerente del proyecto "Mil maneras de leer", es una mujer de ligero caminar, sencilla en su vestir, siempre sonriente, alegre, a quien no se le escapaba el más mínimo detalle de la capacitación que se realizaba. Ella es nuestra jefe, la capitana de este grupo de soñadores diseminados a lo largo y ancho de los salones del hotel Tequendama, quiénes hoy, orgullosos, estamos difundiendo su mensaje por todos los recovecos de la amada Patria.

Junto a ella, con su sonrisa y su mano extendida hacia nosotros, Luz Dary Másmela, quien es nuestra consejera y guía, nuestra amiga y apoyo en esta semana de preparación y en estos meses de trabajo. Estas dos mujeres son líderes de un proyecto espectacular, cuyo objetivo principal es unir la biblioteca pública y las instituciones educativas, para lograr que el docente encuentre en las bibliotecas un apoyo y en el Bibliotecario un amigo, su cómplice.

A través de un proyecto institucional, involucrado dentro del plan de mejoramiento de la Institución Educativa, se busca realizar un trabajo de promoción de lectura y comprensión lectora, que no sea exclusivo en el área de literatura o español, sino que abarque y una todas las áreas que constituyen el plan de trabajo para la formación.

Laura, Por los caminos polvorientos de Santander... Crónicas de viaje.

Mil Maneras de vivir
esta pasión

Parte II.


Aliados a este proyecto se encuentran el Ministerio de Cultura, de Educación y el Cerlalc. Estas tres instituciones nos han invitado para que caminemos junto a ellas por las bibliotecas de los más apartados municipios de nuestra región, ''seduciendo'' a todas las entidades escolares para que visiten y conozcan el material con el que han sido dotadas más de 350 bibliotecas en el país. Son maravillosas y recreativas colecciones de libros que hacen más ameno el aprendizaje de nuestros estudiantes, variedad de videos de cine y documentales que apoyan la difícil labor de enseñar.


El maestro, encontrará en la biblioteca pública todo un mundo de nuevas y divertidas aventuras para los niños y jóvenes en el complicado mundo de las matemáticas, la física y la química; así como libros con sorprendentes imágenes de preciosos lugares de Colombia y el mundo. Estas herramientas hacen más atractivo el recorrer y conocer la naturaleza, la geografía, las gentes y sus costumbres, las ciencias exactas, los deportes, ¡todo!


Desde esta semana, cinco soñadores iniciamos un andar por los pavimentados o polvorientos caminos, atravesando valles y montañas del Gran Santander; muy ligeros de equipaje personal pero con grandes cajas atiborradas de cartillas, con el corazón palpitando de emoción y la mente llena de conocimientos y deseos de compartir. Estaremos en cada pueblo o vereda, llegaremos a veinticinco municipios, algunos de ellos muy olvidados. Tendré la dicha de visitar lugares cuyo nombre desconocía por completo como San Joaquín y San Benito. Estaré en Onzaga, Barbosa, y el jardín florecido de San Andrés.


Les presentaré en mis próximas noticias, fotos, historias, mitos, leyendas y anécdotas de mis viajes; a la vez que invitaré a mis cuatro compañeros para que me acompañen en este espacio y los hechicemos con la historia de nuestro recorrido.

¿Cómo decirlo? Laura Margarita siente que cada lágrima derramada, que cada caída y la herida producida, las noches de desvelo, las agotadoras jornadas recorriendo las cimas y los valles de los pasillos de Ciudad Norte, el cansancio y agotamiento, cada gota de sudor que dejaba a su paso, valió la pena haberlo recibido, haberlo sentido. De no ser así, tal vez hubiesen hecho falta.


Mil Maneras de vivir esta pasión
Parte III

Mi primer viaje en el "Concorde"



En el terminal de transportes de Bucaramanga, me enteré de que sólo una empresa de buses realizaba viajes para Onzaga. Sentí ardor en la boca del estómago cuando vi el viejo autobús en el cual debía realizar mi viaje; de esos buses cuadrados, con vivos colores, la parte de arriba decorada con una fuerte parrilla de hierro blanca, en los vidrios traseros y delanteros se destacaba un aviso que anunciaba que el "Concord" recorrería montañas y destartaladas carreteras para llegar a un pueblito que era toda una ilusión para mi.

A las once de la mañana el bus salía haciendo sonar la trompeta, dentro de él, una mujer soñadora se retorcía las manos de los nervios. Lo más extraño fue el contar que solo éramos tres los pasajeros. Mi imaginación de escritora planeaba toda clase de aventuras en este recorrido. Muy pronto el vehículo empezó a detenerse en cada esquina. Uno a uno, todo el que se subía era saludado... Buenos días compadrito Jeremías... Buenos días compadre Héctor...

Era increíble... Me sentía, emocionada y hasta aterrada. Todos, todos los que se subían en cada paradero, en cada curva, en cada tienda de vereda, en cada orilla del camino, era saludado por el conductor con su nombre propio. De todos ellos recibí un saludo sin palabras. No hubo ser que se subiera al "Concord" y no detuviera su mirada en la extraña que les brindaba una sonrisa.

Cuando llegamos a San Gil, mi tierra, el bus quedó colmado de pasajeros, de costales, cajones y toda clase de equipajes. Para quienes entraban y salían era casi imposible transitar por el espacio asignado para ello. Era mi primer viaje, no tenía ni idea por donde llegaríamos a Onzaga. Un anuncio en la carretera por donde doblamos a la derecha, anunciaba que íbamos rumbo a Mogotes.


El automotor empezó a subir la alta cuesta, alcancé a divisar aquel pozo donde me bañé hace unos veinte años: "Pozo Azul", sus aguas tranquilas en las que los niños se tiran de las altas rocas. Casi siento el cosquilleo de los rizos de las cascadas cantarinas. Me recordé sentada recibiendo en la espalda el delicioso masaje que ellas me regalaron la última vez que estuve allí. San Gil, mi pueblo natal, respiré un poco de ti, me dejé acariciar por tu brisa. Animaste mi mente al navegar en tu recuerdo...


Hasta "La perla del Fonce" había tenido varios compañeros de viaje transitorios, mas éste que me acompañaba ahora entabló una alegre e instructiva charla conmigo. Empezó a contar de cada curva, de cada loma, de cada vereda, me hablo del río, del canotaje, también de la música y del grupo que el formó con familiares y amigos; terminó muy orgulloso contándome de aquel premio que Mogotes ganó hace unos años y que lo denominó como el pueblo de la paz.

Se despidió de mí con toda la amabilidad y la alegría de un hombre de pueblo que tiene la fortuna de trabajar por su desarrollo desde su puesto como Concejal. Mogotes... Pueblo grande, calles largas, casas viejas, gente amable.

Llegamos al parque, sabía que Javier Félix debía estar ese día allí, en Mogotes realizando el taller para maestros. Se me iban los ojos buscándolo en cada calle. El "Concord" se estacionó junto a un bus que estaba próximo a partir en sentido contrario al nuestro. Entonces divisé el rostro del poeta amigo.

¡Qué alegría ver una cara conocida! Los dos corrimos al encuentro, casi no tuvimos tiempo de charlar, más no era necesario, nos encontrábamos en la misma situación. (Él pálido, con su estómago revuelto, cansado, pensativo, deseando llegar pronto a su hogar a abrazar a su pequeña Galilea; yo, preocupada por las palabras que acababa de escuchar, faltaban cinco horas para llegar a Onzaga y de Mogotes para allá el camino si que iba a cambiar: estábamos a punto de dejar atrás la carretera sin pavimentar, y tomaríamos camino por una trocha que nos llevaría primero a San Joaquín y luego a Onzaga). Después de un más que alegre saludo, Javier Félix y yo nos despedimos con un fuerte abrazo; no hubo palabras, en la fuerza que pusimos en nuestra despedida intercambiamos algo que nunca nos dijimos: ¡Valor...!

Un hombre de aproximadamente cuarenta años, se sentó a mi lado. De inmediato preguntó cuál era mi destino:

- Onzaga...

Hubo un corto silencio, interrumpido por su alegre voz
- ¡Yo me bajo en San Joaquín!


Mil Maneras de vivir esta pasión
Parte IV

Mi primer viaje en el "Concorde"


No deseaba hablar más. Cerré los ojos para evitar observar lo que me mostraba la noche que caía. Los profundos faldones que descolgaban de las montañas. El camino era cada vez más angosto, los precipios más profundos, el bus se mecía, a veces parecía que íbamos a rodar por uno de esos oscuros peñascos. Apretaba mis manos y mi mandíbula, disimulando los nervios que me invadían. Para completar, un fuerte aguacero reventó en truenos y relámpagos.

De verdad estaba asustada...

Pensaba en mis hijos, en mamá, en Guillermo... en mis amigos, en mi vida, llovía y mi vecino no paraba de hablar. Supe que era profesor de música y serenatero. No recuerdo más, mi pensamiento estaba muy lejos de sus palabras.

San Joaquín empezó a anunciarse una hora y media antes de llegar. Lo supe cuando mi vecino dijo: ¿Si ve ese resplandor entre aquellas lomas? Ese es San Joaquín. Me alegré, porque sabía que de allí a Onzaga era muy cerca. Creí que llegaríamos al doblar de la primera curva...


... Nada, era solo el resplandor de un pueblo en medio de montañas. ¡Que ironía! Viajaba en el "Concord" y casi no avanzábamos. Al doblar de cada curva, esperaba encontrar el anunciado pueblo, pero su resplandor jugaba a las escondidas conmigo, a ratos se mostraba, luego se ocultaba.

Llegando a San Joaquín, hubo relevo de pasajeros. Se bajaron veinte, se subieron treinta. Uno a uno fue saludado por su nombre por el conductor (memoria privilegiada la de este señor).


Arrancamos vía a Onzaga... delicia de camino la que me esperaba (ahora si puedo decir que conocí una trocha de verdad). La lluvia arreciaba, también los pálpitos de mi corazón.

Al entrar a Onzaga le rogué al conductor: -Señor, por favor me deja frente a la Biblioteca Pública... Un solo rumor se levantó casi en coro. No hubo un pasajero que no exclamara: ¡La Biblioteca a esta hora esta cerrada su persona!

Uno a uno se aseguraron de enterarme de que a esta hora no había nadie en la biblioteca. Eran las nueve y treinta de la noche y llovía, sin embargo pude murmurar entre dientes: Allí me esperan...

El automotor no partió hasta que todos estuvieron seguros de que a la "dotora" alguien la "aguardaba".

Una sonriente Bibliotecaria esperaba para llevarme al hotel donde podría reposar mis maltratados huesos. Hacía frío y llovía, pero a pesar de esto, al mirar a mi alrededor presentí que acababa de llegar a uno de los pueblos más hermosos y acogedores del "Gran Santander".

Fui hospedada por el dueño del hotel en una cómoda habitación que aún olía a paredes nuevas; ubicada en la parte trasera de la casa frente a un hermoso jardín, adornado por un alto árbol que se encontraba justo en el medio del lugar pregunté:

- ¿Tiene otra habitación mas cercana a las demás?

Mi anfitrión sonrió al decirme:
- Esta pieza es la ordenada pa´la dotora, es la mejor... Es pa su persona...

Sonreí con picardía al preguntarle:
- ¿Está seguro que aquí no me va a salir el coco?

Risas de los tres, con estas palabras les demostré que no necesitaba tantos halagos, sólo deseaba reposar...


Onzaga huele a brisa de río, esparce el aroma del verde de sus montañas, a manantial de agua virgen, a tierra fresca, a campesino, a leche, a queso, al frescor de la verdura recién bajada del monte, a costal y mochila de fique.

Cada habitante del pueblo se desvivió en atenderme. La noticia de que había llegado la "dotora" se propragó por el pueblo. Fue un bello día de caminar y trabajar, de charlar y observar, de preguntar y responder.

¡Que gran calor humano el de la gente de Onzaga!

Laura, por los caminos polvorientos de Santander... Crónicas de viaje.


Mi primer viaje en el "Concord"
Parte V

Desde el primer momento en que me entregaron en Bogotá el listado de los Municipios que debía visitar, "Onzaga" sobresalía... Mi corazón regresó a mis años de internado y de primaria. Mi primera maestra. Era una alta mujer de piel blanca, tan delicada que parecía el algodón cuando revienta el capullo, tenía los ojos azules, tranquilidad en su voz, cantaba al igual que los ángeles, inspiraba paz interior.

Era religiosa de la Comunidad Vicentina, vestía de hábito azul, divulgaba con orgullo que había nacido en Onzaga. Fue quien me enseñó poesía, narración y teatro: desde que me conoció ella me decía "Tienes temple de artista".


También fue mi profesora de canto, de danza y de pintura. Siempre repetía: tienes pinta de cantante de bailarina y actriz. Escribía para mí poesías y dramas. Me dedicaba las tardes y me enseñaba a declamar. En sus obras de teatro yo era la actriz principal.. Ahora, después de casi cuarenta años, convertida en una señora, me encontraba en su tierra, cumpliendo con la promesa de estar en un escenario, desarrollando todo eso que un día ella me enseñó, entregando mi voz, mis palabras y mi canto.

No soy cantante, ni actriz, las cosas no son como se planean. Sin embargo, nunca me alejé de la formación que me dio, de todas las herramientas que me entregó con su formación, de las cuáles me he tenido que valer a lo largo de mi vida.


Cuando visité el Colegio Nuestra Señora de Fátima, tremenda sorpresa, su directora era una hermana Vicentina. Después de saludarla, le pregunté si conocía a la hermana Sor Mercedes Ramírez Gasca, para mi sorpresa me dijo, ¡Si claro! ahora descansa en el Colegio en Bogotá...

Me estoy extendiendo mucho en esta noticia que es una historia de vida, de añoranzas y de momentos vividos. ¿Cómo pasar de largo por esa tierra tan bella sin detenerme un momento a contarles de mi estrella? Mi primera maestra la que siempre estará en mí, la que me ayudó a soportar la soledad y tristeza en Zipaquirá, la que me brindó su calor para no sentir los largos pasillos de aquel frío internado.


Hoy tengo doble motivo para amar a ese pueblo rodeado de montañas. Entre todos los pueblos que he recorrido divulgando la escritura, la lectura, las Bibliotecas y los libros, ha sido en Onzaga donde he encontrado el más puro de los campesinos de mi tierra y de Colombia.

Todos los Jueves, bajan de las veredas a vender sus productos, con los bultos de fique llenos de verduras, y se reúnen en la casa de mi amiga Herminda a las cinco de la mañana, desayunan con una totumada de guarapo o de chicha de harina de trigo, endulzada con panela...



Allí me senté a escucharlos contar sus aventuras, a comentar en voz baja, la tristeza que produce que el Plinio hace ocho días que salió con el mercado p'al rancho, el chofer del campero asegura:
yo lo dejé en el camino que sube p'arriba pa su vere'a. Eso fue que el atembao no puso bien la pata al suelo y seguro se rodó y se lo tragó la quebra'a.

Tambien escuché historias de picadura de culebras: "Menos mal que el picao es un joven muy valiente que supo amarrarse el brazo y salir pitao a buscar a los soldados que le salvaron la vida". Hoy muestra en su mano esa marca eterna de los colmillos de la "bandida" que no se zafaba ni por el hijuepuerca.

Este es mi Santander, esta su tierra señores, esto recojo en veredas, en pueblitos y en las casas de la gente que sobrevive con esfuerzo y con paciencia en, los caminos que hoy recorro con dicha plena.

Y cuando el Señor Alcalde de Onzaga, me preguntó: ¿Ha sentido frío? Le respondí muy sincera: Acá jamás sentiré frío, es tanto el cariño y el calor humano que ustedes me han brindado que es imposible sentir eso que usted llama frío....

Onzaga, y el cerro del Mojón, con sus cuerdas de luz eléctrica que asemejan un teleférico y que se ha prestado para levantar muchas bromas.

Se me acabó el espacio en estas páginas, tenía tanto para contar que no hablé de Literatura... ¿Cómo hacerlo? Si todo un pueblo llena cada espacio de mi corazón.

Laura, Por los caminos polvorientos de Santander... Crónicas de viaje.

San Benito tierra de trabajo y Paz

Parte VII


Edgar Tavera Gaona, fue Secretario Municipal de San Benito. El 19 de octubre de 1994, dejó consignadas estas letras en el libro: "Esta es nuestra herencia: El Libro de la Paz". Orgullo, historia y reliquia que es guardado como un verdadero tesoro en la Biblioteca Pública de este hermoso Municipio que se levanta en las montañas del Gran Santander:



“San Benito, el pueblo de Martín Galeano, está inscrito en las más hidalgos tradiciones y costumbres de las tierras Santandereanas.

Protegido por la inmensidad de su geografía, por el verde de sus cultivos y por ese aroma enloquecedor del olor de la guayaba, que prende el corazón de propios y extraños. En San Benito, la fauna y flora son comparables con la belleza del Olimpo.

El dulce sabor de las mieles de la caña panelera da fuerza y ganas de trabajar a esta raza soberbia y humilde que es la raza Sanbeniteña. Aquí se rinde tributo a la mujer Santandereana, honesta, emprendedora y decidida a la hora de actuar. La esbeltez de su figura y su grácil personalidad, va de la mano de su inteligencia y beligerancia ante los problemas sociales que la afectan.

San Benito, tú eres corazón de caña dulce, eres alma de los vientos y de las brisas, eres pujante, eres alegre, lírico y épico. Por tus caminos y veredas corre siempre la pasión de quienes te respetamos y queremos.

Hoy tú, San Benito de mis juegos y mis esperanzas, te mereces la mayor de las situaciones y que mejor que el progreso y el desarrollo que te damos tus hijos, quienes, naturales y adoptivos, con un gran abrazo, entonamos jubilosos con el gran profeta:

¡Bienvenidos por los montes los pasos del que trae buenas noticias, que anuncia la paz, que trae felicidad!”


San Benito, tierra de trabajo y paz

Parte VIII



¡Ay! del hombre que llegue a San Benito, la belleza de sus mujeres lo hará cautivo de esta tierra..."

En las fotos que acompañan mi artículo anterior, se observa la ceiba que adorna el parque, la que una vez al año se despoja sin pudor de las hojas que la visten quedando desnuda por completo, pero ella nunca se siente avergonzada por esto; al contrario, se muestra altiva y orgullosa de ser el centro y el vigía de su pueblo.


Hoy se las presento llena de vida, mostrando su vestido verde y lanzando su arrullo con las caricias del viento, y ese encanto que produjo en el alma de quien durante horas estuvo sentada al frente suyo embelesada por completo, tratando de ponerle nombre a cada verde hojuela, jugando a adivinar su edad observando el grosor de su tronco, admirando sus vivos y arrogantes matices cuando la baña el sol, alegre a las caricias de la lluvia que la recorrían dándole más vida.


Y yo, sintiendo por mis venas la misma savia que corría por su majestuoso tronco. Me sorprendí y recordé la coqueta torre de Colpatria, cuando a las seis de la tarde unas muy bien puestas luces verdes, bañaron de mar esmeralda tu silueta. Bella ceiba de este pequeño pueblito cautivaste mis ojos y mis manos cuando recorrí cada rincón de tu grueso tronco. Me pregunto cuántas historias de amor y desamor se habrán tejido a tus plantas.

Ceiba de San Benito, que acarició mi cabello y mi rostro con tu alegre y suave vaivén, has engrandecido mi alma con tu canto. Pueblito soñador, quien llega a ti olvida la incomodidad y los baches de la trocha que parte de Guepsa hasta tu parque. Por mi parte, yo olvidé el calambre de mis piernas encogidas dentro de esa lata de sardinas llamada "campero" en la que me desplacé hasta tus aromados vientos.

Compartí dos días de enseñanza y aprendizaje junto a sesenta maestros que bajaron de diez veredas bastante retiradas de tu ceiba, supe de docentes que tuvieron que recorrer largos caminos con sus botas pantaneras, para escuchar el mensaje que les llevaba y de esa manera guardarlo en su corazón, en la memoria y en sus libros.

En pleno taller, descubrí el libro del cual presenté su introducción en el articulo anterior y que reposa en el estante junto a los dos grandes Atlas de la colección del PNLB, como los tres más valiosos tesoros, guardados en el mismo corazón de la Biblioteca Pública "Luis Carlos Galán". Y como lo dice el refrán que reposa en las entrañas de libro de la Paz : "¡Ay! del hombre que llegue a San Benito, la belleza de sus mujeres lo hará cautivo de esta tierra..."

San Benito, tierra de trabajo y paz, en tu libro, se encuentra una parte de cada visitante, de cada líder, de cada comandante de la policía que ha llegado y que ha partido, de cada niño que desee escribir en él, en tu libro quedaron escritas mis palabras, en tu ceiba el verde de mis ojos, en tu brisa el canto de mi vida, en tu Iglesia, monumento y patrimonio cultural los ruegos por que sigas siendo la tierra de la Paz , de los vientos, a mi olfato aún llega el suave aroma de la guayaba y el dulce sabor de tus bocadillos.

San Benito a las plantas de tu ceiba, volveré. Caminos, senderos, trochas polvorientas, talladas sobre profundos abismos, de esta mi tierra de amores, se abren paso entre montañas y colinas hasta acariciar sus valles, me llevan al encuentro de pequeños pueblos y caseríos donde la gente habita, sueña y transita con alegría, sin preocupación ni malicia. Sus calles empedradas, casas de barro y bravía guadua, techos de paja, viejas construcciones semi derrumbadas, son historia, leyendas, que transitan con sus gentes.

Y el "Concord" sigue avanzando, anunciando con la aguda bocina su presencia en cada recodo del camino y su arribo triunfal al caserío, donde sincero y alegre el conductor saluda; el ayudante recoge costales y cajones que contienen tesoros invaluables de largas horas dedicadas al arado de la tierra, al abono de raíces... el fruto de las plantas...


Cada curva, una posible aventura; una mano tímida y vibrante a orilla del camino, detiene el rodar descomplicado del viejo vehículo, que lleva mentes soñadoras, sencillos personajes que cuentan historias entre rastrojos, de sembrados y cosechas, de animales salvajes, ya domados...


Nos cruzamos con ruidosos y chicharacheros camiones, repletos de fique enrollado y la sonrisa que brinda el conductor a cada faz que desfila por su ventana, polvorienta y sudada.

Observo. Cruzo miradas con ojitos de pícara inocencia, que me saludan con la pureza del campo, saludos que huelen a monte, que saben a manantial de agua fresca, que me entregan el verdor de las matas de café. Y la esperanza se retuerce dentro de mí y la fe se acrecienta.

Dejo perder mi alma entre nubes y neblina, dejo refrescar mi cuerpo en cascadas y quebradas. Permito a mi mente navegar entre la bruma, dejo perder mis ojos en la inmensidad de las colinas azules que se muestran coquetas más allá del verde del campo que me saluda.


Avanzar y estar segura de que almas hambrientas de letras, sedientas de libros, colmadas de apetitos del saber me esperan. Corazones motivados, mentes abiertas al conocimiento, brazos que me estrechan en un fuerte abrazo de gratitud eterna.


No he cerrado mis ojos desde que tomamos la trocha, es mi última visita del año 2007 y no deseo perder ningún detalle de cada encuentro con estos paisajes maravillosos con los que recreo mi vida.

Mi cámara está repleta de atardeceres espléndidos, de caminos, enlodados, en otros polvorientos, de casitas campesinas, de flores, de sembrados, de chorros que bajan puros de las más altas montañas.

Al entrar a San Joaquín, mi alma salta de gozo, en cada árbol, una maceta de orquídeas con indescriptibles colores, me brinda una colorida y festiva bienvenida. Mis ojos no lograron abarcar tanto que me entregaba la naturaleza.

¡Hay tanto por observar...! De los árboles descuelga el musgo que asemeja las barbas de los sabios y mágicos personajes de libros de fantasía y ensueño. Cuántas sorpresas me esperan en este bello lugar.

En cada esquina del pueblo carteles que invitan a leer, frases célebres, refranes, coplas, pensamientos. Toda una aldea vestida de literatura, de letras, de cuentos y versos...




Me bajo del "Concord", para recibir el abrazo y la sonrisa abierta de Nidya Tatiana, la Bibliotecaria del pueblo. Son las cinco de la tarde, un fuerte aguacero se anuncia detrás de las montañas. Debo prepararme para mi encuentro esa noche, con padres de familia, estudiantes, docentes, rectores y alcalde, tan importante para todos lo que se va a realizar, que las tiendas están cerradas, el parque desolado extraña los niños que corren a diario por sus prados. Se ha cancelado la Liturgia de las seis, todos en casa se preocupan por vestir sus mejores trajes, yo también en mi habitación de hotel, me esmero por estar a la altura de este evento.

Seis y media... llueve a cántaros... no importa... todo un pueblo se dirige presuroso al Coliseo del Colegio Integrado María Auxiliadora. Presenciaré el más emotivo acto cultural en el que cada detalle ha sido preparado, con el deseo de encontrar y difundir cambios de vida, motivación, nuevos sueños y el despertar de talentos en los niños y jóvenes.

Recibo un llamado urgente de parte de Mario Rodríguez, el rector. Un suculento plato de espaguetis me espera en su casa, sabe que es mi comida favorita. Se ha encargado de averiguarlo para halagarme con su invitación. Me dirijo presurosa, me recibe el afecto y la sonrisa de su esposa, el saludo de los niños y... los espaguetis humeantes, bañados en salsa casera y adornados con trocitos de carne... ¡Deliciosos! Como sobremesa, una taza de agua de panela y una buena ración de queso.

Afuera hace frío. Llueve. Empiezo a escuchar el altoparlante anunciando una función que en unos instantes iniciará. ¡Qué maravilla! Cada rincón de San Joaquín escucha el gotear de la lluvia y la música... Aquella que cantaba mi madre cuando yo era muy niña... "Un cisne más blanco que un copo de nieve..." Más música. "Pueblito de mis cuitas, de casa pequeñitas, por tus calles tranquilas corrió mi juventud..." La música que alegra corazones y halaga las calles empedradas, las tejas de barro, las casas de tapia con altas y pesadas puertas de madera que en ese instante disfrutan la bella serenata de música Colombiana.

Cruzo la calle y me encuentro ante el Coliseo, repleto de seres espectaculares, con deseos de brindar bailes, canciones, poesías, música. De esa manera inició una noche de "rumba" cultura, alegría y lo más maravilloso, después de muchos años, extasiada y con tanto sentimiento en mi corazón, sintiendo mis ojos anegados de una lágrima que no permití dejar rodar, presencié el baile del "torbellino", las niñas con sus trajes de faldón negro, flores, encajes de colores, blusas blancas adornadas con finos bordados, rosas en su canasta y cabello; los jóvenes calzando alpargatas, pantalón, camisas blancas, el sombrero campesino, en su mano una roja pañoleta y al cinto amarrada la macheta, bailaban torbellino, como solo quien vive entre montañas sabe hacerlo. Casi a medianoche, terminó el lanzamiento del proyecto "Mil Maneras de leer" en San Joaquín. Fue difícil para los docentes, decirles a los estudiantes que la función había terminado, que ya era tarde y debían retirarse.

Nos esperaba una mañana de viernes, entre canciones y risas. Dormir cada noche en una cama de hotel diferente es bastante difícil. Extraño la suavidad de mi delgada almohada, el colchón que siempre me ha acogido, y sobre todo el huequito... ¡Sí! Ese huequito que me recibe y me arrulla, aquel que he formado con mi cuerpo... Fue una verdadera sorpresa desde mi primera noche, encontrarme con una cama gemela a la dejada en mi hogar, esto me causa problemas para despertar en este pueblo de encanto, es penoso dejar el abrigo de la cama a la vez que es una delicia, despertar arrullada por el trinar de las aves. En San Joaquín, duermo a pierna suelta, allí si que me entrego a los brazos de Morfeo.

Amanece. Las ocho de la mañana, un desfile silencioso, parte del Colegio hacia la Iglesia; una vez terminada la Eucaristía el desfile continúa hacia el coliseo. "Izada de bandera".

Una tarde meses atrás en que caminaba sin afán, embelesada y confundida con cada átomo del aire, en que mis ojos deseaban confundirse y tomar los pigmentos más verdes de la naturaleza, en que mi corazón exclamaba ¡Ohs! y ¡Ahs! Ante la majestad de los árboles y flores que recibían con familiaridad mí presencia forastera, escuché de un compositor que entonaba sus canciones desde su humilde trabajo de albañil.


En esa cálida mañana, 20 de abril, realizaba su primera presentación ante la comunidad de la cual forma parte y aunque ha compuesto más de cien canciones, casi nadie sabía de su talento. Entonaba con alegría y seguridad las canciones a las que él mismo ha puesto música y letra. Los acordes de su guitarra y su magnífica voz, se dejaban llevar por el viento y hacía más fresca la mañana, más alegre los corazones y los árboles se mecían orgullosos al compás de sus canciones. Todos sentimos algo en el corazón, cuando escuchamos sus palabras: "Mis canciones, aquellas que reposan, que son desconocidas para el mundo, por que me ha faltado valor para darme a conocer..." Se me llenó el alma de sueños... un regalo más de la vida para esta mujer que recorre más que caminos, almas y sentires. La ceremonia de izada de bandera continua a pesar que todo un pueblo allí reunido aclamaba una y otra vez que el artista no apagara su voz. Los jóvenes eran los que más pedían una y otra de sus interpretaciones. Más de una hora escuchándolo y la función debía continuar. Izada de bandera... Himnos... y la voz del Rector, Mario Rodríguez... anunciando con algo de picardía el nombre de quienes debían pasar al frente puesto que por su buen comportamiento, disciplina, dedicación y amor al trabajo merecían izar la bandera tricolor... Los llamados: el músico que embelesaba con su voz, la secretaria del Colegio, por su dedicación y... Laura Margarita... Recibí mi medalla de manos del rector, mientras en mi corazón presentía que pronto debía decir adiós, lágrimas detenidas, inundaban mis ojos verde mar... para mi fortuna, un camuro escapó de su corral y entró por la mitad del coliseo, esto puso un toque de alegría a la tristeza que produjo mis palabras de despedida.


No me gusta decir adiós. Aparentando alegría, salí del Coliseo, dejando mucho de mí, de mis conocimientos y de mis ideas de fuerza y valor para quienes inician el camino de la lectura y la escritura.

A media mañana me encontré en medio de la plaza, buscando quien me trasladara hacia Onzaga, me esperaban los alumnos de primaria para abrazar en sus corazones los cuentos y poemas que les llevaba preparados. Con mucho nerviosismo debí emprender mi viaje en la alegre moto de Jhon Jairo, el secretario de Gobierno del Municipio.

Inundada de alegría, recreada de colorido, feliz de ser y estar en cada pueblo que hoy con tristeza me despide, avanza mi vida entre letras. ¡Afortunada me siento! ¡Maravillosa es mi vida! Dichoso el día en que inicié a caminar este sendero, dichosa la unión, apasionado y sensual éste mi compañero, me entrega placeres que no son momentáneos, que se quedan por siempre recorriendo mis venas, deleitando mi cuerpo.


Imágenes para no olvidar...




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