
Una crónica de vida y amor.
Me dediqué a escucharla declamar:
“Adiós..., el dolor en mi garganta amarga, la música me llena de quebranto, yo quiero morir hoy antes que mañana, aunque no merezca el campo santo...”
Al terminar dice: - Esta poesía me la aprendí en Bucaramanga, allí mismo en el Café Madrid, en el Norte, estaba escrita en una pared, supe que la había dejado allí una señora que trabajaba en un burdel o cantina... ese poema es la nota de una suicida... ella... lo escribió... luego se mató... algo así... ahora necesito saber quien la escribió, quiero saber su nombre para sacarla del anonimato. Si usted puede por favor, averígüelo.
Mis rodillas no aguantan más esta incomoda posición, me levanto, y llena de curiosidad le pregunto: - ¿Qué hacía usted en Bucaramanga? Mi voz suena seria, tal vez demasiado seria. Me mira con sus pequeños ojos, mientras su voz explota en palabras traviesas y llenas de agradables sorpresas que me hacen admirarla más: - Gaminiar! Siéntese usted acá y yo le cuento... Alma de la calle, inicia a revelarme un pasado que la llevó por caminos entre soledades, privaciones y los peligros propios de la calle.
- Nunca conocí a mi madre, me criaron las monjas en un orfanato, ellas me obligaban a leer la Biblia como castigo a mis locuras, a mi rebeldía. No era que me portara muy mal, lo normal en una niña de tierna edad que jamás había recibido el calor de un hogar o la caricia de una madre. Levantarse en un internado no es fácil.

Ha publicado un libro de poesías, cuentos y aforismos: Escribiendo como loca (1993) y otro de cuentos: Mi mente es así... por el cuento (1999) el IDCT, le publicó dos novelas en un solo libro, Observando el universo, y El Hijo de La Muerte (2004). También el libro 111 poesías para no morirse y 3 escritos para María Mercedes Carranza, editado por el Ministerio de Cultura, año 2004.
- “Recibí una mención de honor en 1995 en el Encuentro de Mujeres Poetas de Roldanillo, Valle, y en el 2003 gané el Premio Descanse en Paz la guerra otorgado por la casa de Poesía Silva, aún bajo la dirección de María Mercedes Carranza. Hace pocos días fue inaugurada la Biblioteca Pública de mi pueblo y le pusieron mi nombre: ALMA DE LA CALLE...”

“Esta poesía la escribí en momentos en que recordaba a la madre que nunca tuve, que nunca me amó, aquella que solo sirvió para parirme y nada más.... Son muchas las personas que padecen del mismo mal”.
NO CONOCÍ A MI MADRE
caricias no encuentro de esa mujer.
Conocerla ya es difícil, verla también;
paso días enteros incansablemente por esa mujer.
En hechos y obras sirvienta me quedé,
creyendo en ilusiones que nunca conoceré
Me criaron las monjas consuelo no hallé
diciendo que siento tristeza y afán.
Con amor y ternura quisiera encontrar
a mi madre querida que no me quiso criar,
entre sueños la veo sin conocerla
sin estar ella conmigo o, no sé si se murió.
Los niños que sufren, sufren así
buscando a la madre y no la encuentran;
la madre los quiere, la madre no se ve.
Los niños y niñas sin madre se afligen,
se afligen por falta de cariño y amor
y por esa ausencia de la madre que es lo peor...
Su voz se detiene un momento, para luego continuar... “Amigo lector siempre he recordado con tristeza y nostalgia las horas muertas de mi niñez en las que no logré aprender gramática castellana ni otros idiomas. Las personas de la calle hemos desperdiciado el tiempo y hay mucho profesor que podría ayudarnos a recuperar el tiempo perdido en nuestra callejeadera. Es necesario que se conozca la lengua que se habla en la calle. Aprender me ha sido difícil, pero muchas personas me han ayudado y gracias a su apoyo estoy vinculada al oficio de las letras. No tuve la oportunidad de estudiar por esta razón pienso que por eso mis años anteriores fueron perfectamente perdidos. Hoy, he comenzado a conocer el lenguaje y la literatura. Saco libros de la Biblioteca Luis Ángel Arango, mi segundo hogar.”
“De los libros espero conocimiento y sabiduría para poder manejar y abordar mejor mis escritos de narraciones sencillas sobre mi experiencia en la calle”.
Alma de la Calle, una mujer admirable continuaba lustrando los zapatos de los funcionarios del Ministerio de Cultura y sus alrededores, los sábados estudiaba Literatura en la Biblioteca El Tunal.
Entre Alma de la Calle y Laura del Mar no hay mucha diferencia, dos niñas que vieron pasar su niñez y adolescencia en fríos internados, alejadas del calor y las caricias de una Madre y que hoy cada una, a su manera, luchan por realizar un sueño a través del suave deslizar de la pluma sobre el papel, para dar vida a sus fantasías, creando con letras su futuro.
Hoy, les he presentado a una mujer que un día recibió el apoyo de Rosario, la cantante hoy fallecida, que viajó por un mundo de poesía primero en sus sueños, luego en sus libros.
Dicen que desde hace años recorre el centro de la ciudad con su caja de lustrar botas. Tiene una larga lista de prestigiosos clientes y otros no tanto. Pero su pasión es la literatura.La conocí en el Taller de Novela Ciudad de Bogotá. Estaba trabajando en una promisoria novela infantil: "Entre brincos y letras".En el taller, los comentarios de Alma siempre eran espontáneos, muchas veces salidos de contexto, pero siempre honestos.Como buena escritora, tiene un amor propio grande y pronto sus conversaciones derivababan en alguna de sus tantas anécdotas como militante de la calle.Aunque algunos les cueste creerlo es poeta de las que publican, pero como casi todos los de su especie, poco vende. Sus obras editadas recientes son: El hijo de la muerte, Observando el universo, 11 poesías para no morirse. ¡Vaya paradoja! ... para no morirse.Hace unos días, Alma sufrió una enfermedad cerebrovascular. Dicen que es posible que no vuelva a escribir, incluso que no pueda volver a trabajar. El costo de su atención, por las buenas o por las malas, lo tiene que cubrir su asegurador o el Distrito (no es un asunto de caridad, esa es la ley), pero ella y su familia tienen que sobrevivir y su fuente de ingresos principal no son sus poemas, es su decorada caja de lustrar zapatos. La enfermedad no le permitirá volver a su oficio, al menos por
un buen tiempo; y más que justo sería que su obra le ayudara a mantenerse en estos momentos.Por eso los invito a comprar sus libros. Los interesados en los poemarios pueden llamar a Marcela Santos, su hija, al teléfono celular 310 8045452 .